Encuentros Humboldt

 POR LAS HUELLAS DE HUMBOLDT

Prof. Omar Horacio Gejo
Lic. Ana María Liberali
Centro de Estudios Alexander von Humboldt
Buenos Aires - ARGENTINA


Es frecuente encontrar a Alexander von Humboldt como convocante de reuniones científicas. Esto no constituye un hecho extraño o carente de lógica. Es que el gran sabio berlinés ha sido un hito, una inevitable referencia del desarrollo de la ciencia.
Él, un hombre de dos siglos, en su longeva y proficua vida, resumió la vibrante actividad de su época, pero, a la vez, legó para la posteridad la poderosa síntesis creativa que aún hoy ejerce una indiscutible influencia, tanto como para considerarlo todavía como una vanguardia del pensamiento racional. Este hecho hace que su legado pueda ser tildado en forma rotunda de imperecedero.


Las Dimensiones de Humboldt


Desde ya, intentar abordar para, de algún modo, circunscribir la polifacética expresión de la obra de Humboldt mediante algunos trazos, podría merecer lógicos reparos por su impracticabilidad, o su necesario corolario en un producto imperfecto. Pero como el temor no puede ser consejero del juicio racional, y la ocasión nos incita a ello, nos atreveremos a esbozar algunos perfiles que, en su labor de rescate, denotarán, ante todo, nuestra particular cosmovisión; aquella que nos acompaña a partir del lugar mundial que nos engendró y cobijó, nuestro país, Argentina.
En primer lugar, debe destacarse que en Humboldt encontramos a una excepcional figura de la ciencia. En él se reúnen con vigor, en proporciones similares, tesón y pasión por abrirse paso frente al desconocimiento, frente a la incomprensión.
Pero más allá de la especificidad de su individualidad excepcional, hay que entender que Humboldt era, también, un hombre de su Época. Así, mientras su cuna fue prusiana, en su corazón palpitaba el mundo. Es que aquel mundo, que comenzaba a estar envuelto en una impresionante transformación, que reflejaba la expansión de Europa y el inicio del irresistible ascenso del capitalismo, se perfilaba como tal, como Mundo.
Es esta situación concreta la que catapulta la figura de Humboldt: sus excepcionales dotes, a las que hay que sumarle el hecho de haber vivido en un lugar y un momento adecuados.
Por supuesto que esto último no puede palidecer lo primero. Por el contrario, es allí donde uno puede hallar los rasgos más distintivos de su proceder. Aquello que lo muestra como un individuo diferente, el haber resistido el paso del tiempo, que no le hizo mella, que no acabó con su agudeza intelectual, ni con su decidida participación en pos de la transformación del mundo. Es el Humboldt que en el fin de su extensa vida, simpatiza con los movimientos liberales europeos, con la continuidad tardía de la lucha contra el absolutismo, abierta ésta por la épica Revolución Francesa, que él observó en sus años mozos. Y esto, mejor que cualquier otra cosa, lo retrata cabalmente, profundamente, como el humanista de cabo a rabo que fue.

Humboldt, por otra parte, ha sido considerado, y con justeza, el “Padre de la Geografía Moderna”. Con su método historicista y comparativo estableció las bases metodológicas del conocimiento geográfico, enfatizando la interrelación de fenómenos, la causalidad de los hechos y la distribución regional de los caracteres físicos, humanos y económicos.
El relanzamiento de la Geografía, con un enfoque integral de la “cuestión territorial”, resultó todo un hallazgo, un anticipo magistral de los enfoques “ambientalistas”, que se harían habituales tan sólo un siglo y medio más tarde.

Finalmente le cupo a Humboldt una labor determinante adicional, y que nos incumbe directamente a los latinoamericanos.
Al respecto, el mote de segundo descubridor del continente es por demás elocuente de la magnitud de su empeño por desentrañar la realidad regional que se le presentó ante sus ojos.
Quiso la historia que el científico germano transcurriera cinco años de su vida en América Latina. Esta larga estadía, ese tributo, redundó en un vasto acopio de información y de experiencias que se cristalizó en obras cumbres, paradigmáticas. Entre ellas, por ejemplo, basta citar su “Ensayos sobre Nueva España y Cuba”, la que se ha señalado con justeza como un modelo para la nueva Geografía Regional. Allí aparece, en toda su dimensión, el ínclito portavoz de la Ilustración que expuso la realidad económica, social y política de América colonial.
Todo lo hasta aquí mencionado es condición suficiente para hacer de su obra y sus enseñanzas una permanente evocación activa.
Ahora bien, esta tradición humboldtiana, sin embargo, ha influido desigualmente en nuestras historias disciplinarias nacionales. Mientras ha estado presente en los países andinos, en Argentina ha permanecido relativamente oculta.
No obstante, una nueva generación de geógrafos ha decidido, recientemente, el rescate de esa riquísima e imprescindible base argumental, la del infatigable viajero, la del viajero del conocimiento, comenzando por darle su nombre a su asociación, y reuniendo todos los años en un lugar diferente del país a los ávidos cultores del conocimiento geográfico.
Y esta reunión internacional, esta cita de amigos, que pretende, modestamente, ser tan abarcativa como lo era la percepción del Gran Maestro, ¿qué mejor nombre podría darse que no fuera el del augusto viajero de los dos siglos?
































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